El Milagro de Segovia

Cuadro de Cristo que habló a san Juan de la Cruz en Segovia (1591)

«Quiero contaros una cosa que me sucedió con nuestro Señor. Teníamos un cuadro de Cristo en el convento; y estando yo un día delante de él, me pareció estaría más decentemente en la iglesia. Y con deseo de que no sólo los religiosos le reverenciasen, sino también los de fuera, lo hice como me había parecido. Después de tenerle en la iglesia puesto lo más decentemente que yo pude, estando un día en oración delante de él, me dijo: Fray Juan, pídeme lo que quisieres, que yo te lo concederé. Yo le dije: Señor, lo que quiero que me deis es trabajos que padecer por Vos y que sea yo menospreciado y tenido en poco».

El sentido de esta noticia transmitida por Francisco, hermano del Santo, y que enseguida pasó a interpretarse como «el milagro de Segovia», dando lugar a numerosas reproducciones pictóricas e iconográficas, es bien sencillo: ante este cuadro de Cristo intuyó Juan de la Cruz cómo iba a ser el final de sus días, y ante él expresó su deseo de terminarlos como un bienaventurado cabal, pues su respuesta es una traducción literal de la última de las bienaventuranzas: «Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan por mi causa, estad alegres y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo». Esta escena de Segovia revela, pues, el contenido más genuino de su experiencia mística: la unión espiritual con Cristo, «que es el mayor y más alto estado a que en esta vida se puede llegar».